Tuve la suerte de cruzar biografía con don Osvaldo Waddington Carrasco, era amigo de mi padre y ese especial vínculo me hizo respetarlo desde el inicio.

Admiré siempre su inquietud permanente, su conducta incansable por vivir y crear; las personas como él son referentes de la humanidad que están regidos por la ausencia de conformismo y por la impronta invaluable de fomentar, educar y servir a los demás. Todas estas insoslayables cualidades, las adornaba con su ejemplar caballerosidad y su simpatía de hombre sencillo de aldea y de hombre entrañable de pueblo.

Don Osvaldo es un personaje que la memoria está obligada a proteger, principalmente como una reserva para este tiempo y para la época que está por venir; un personaje que nos recuerda que es preferible la creatividad insatisfecha, a asumir una vida mediocre, consumista, lineal y son corazón; don Osvaldo es un personaje que debe inundar nuestro espíritu, sobre todo cuando esta peligrosa circunstancia actual, nos invite a desfallecer y caer en el escepticismo y la incredulidad, conceptos que invariablemente nos alejan de la ilusión, la fe y la esperanza.

Hoy, cuando se cumplen dos años de su irreparable partida, le dedico este humilde homenaje a este inmenso ser humano que merodeó los territorios de Chanco, pero cuyo sello no tiene geografía, pues don Osvaldo es universal, nos pertenece a todos, a todos aquéllos que lo conocimos y que nos quedamos para siempre con su alegría, su sonrisa y su inolvidable forma de ir por la vida.

Carlos Asquet Jaque
Profesor de Lenguaje y Comunicación
Invierno de 2016